El sentido de la vida

La vida en sí no necesita tener un sentido más allá de ser vivida y experimentada.

Considero que el sentido es vivirla sin más, no querer que sea algo distinto, no querer trascender nada.

En realidad, si comprendemos profundamente, el sentido a la vida se lo da cada uno.

Creer, tener esperanza, trascender son necesidades que ayudan a aliviar el sufrimiento humano.

Si no somos conscientes de para qué le damos sentido nos separamos de la experiencia y habitamos más en la proyección que en la realidad.

Tratamos de darle sentido a nuestra vida y esto nos separa de ella.

Tenemos la creencia de que darle sentido nos ayuda a vivir. Pensamos que nos puede aligerar el sufrimiento.

En mi experiencia no es así.

Cuando creamos vínculos con las personas, empezamos a crear un relato, una identificación, y con eso nos relacionamos.

Con la vida es lo mismo: le vamos dando un sentido a partir de nuestras experiencias y creencias.

Cuanto más plenamente la vivo, menos sentido necesito que tenga.

Porque el hecho de vivirla es todo su sentido. No perderme nada, estar presente a cada momento es más que suficiente.

No nos distraigamos buscándole el sentido.

Vivamos cada momento sin necesidad de articular ninguna narrativa o relato más allá de la experiencia misma.

Si la experiencia es plena no necesita ningún refuerzo.

Cada momento es único en sí mismo y no está ligado ni al anterior ni al siguiente más que por el relato que lo sostiene.

Quizás esa necesidad de darle un sentido surge para mitigar nuestro sufrimiento.

Cuando proyectamos al futuro no entramos en contacto con el sufrimiento presente y mantenemos la esperanza.

Cuando le damos un sentido a la experiencia de ser humanos, de estar vivos, en realidad nos estamos separando de ella.

Cuando estamos sumergidos en la experiencia, somos la experiencia.

Ahí no hay ninguna necesidad de trascenderla ni de darle sentido. Simplemente se experimenta a sí misma.

Un árbol no piensa en darle sentido a su existencia, simplemente crece y da fruto.

Somos nosotros quienes podemos decir que el sentido de ese árbol es darnos fruto y oxígeno.

Pero esto constituye mi creación mental, algo que he creado y algo en lo que creo.

¿Quién es el yo que necesita darle sentido a la vida?

¿Quién necesita que la vida tenga un sentido?

Cuando le damos un sentido, la estamos limitando y nos separamos de la experiencia.

Sin embargo, no hay nada de malo en darle un sentido, siempre y cuando seamos conscientes de que se lo damos nosotros, y de que no viene con la vida.

Del mismo modo, si bien mi Yo biográfico necesita tener un nombre, una profesión, una familia, un sentido, en el fondo sabemos que no somos lo que nos contamos acerca de nosotros mismos.

Poner la mirada en ese Yo ilusorio es darnos cuenta de qué somos en realidad: conciencia.

Sin principio ni fin, sin historia, siempre presente en este momento: la conciencia se experimenta a sí misma a través de nosotros pero no necesita de nosotros para SER. ES.